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Cuando te fuiste, amor de juventud

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Amor de juventud

Por Jaidé Yareli Hinojos Torres

Aún conservo ese cariño tan especial y aunque intento no se va, no lo hace porque te impregnaste en mí, a grado tal, que me acostumbré a tus costumbres y a tus formas de ser. Debo de confesarte que incluso cuando conocí tu peor parte, me quedé, el amor me ató a ti.
Vi tantos perros correr sin sentido que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido. Este texto apareció justo cuando tú te fuiste, ¿me dolió?, claro que me dolió. No partiste solo, llevaste contigo mi alma, mis ilusiones, mi deseo por vivir. Contigo a mi lado arriesgué, enfrenté mis propios miedos e inseguridades, tenía valor porque te pensaba mío, ignoraba que ya tomabas de la mano a alguien más.
Mis pasos se volvieron lentos, los latidos de mi corazón se espaciaron, se hicieron silenciosos. Seguí por instinto. Transcurrió el tiempo y aprendí a vivir sin ti, pero solo eso, porque el extrañarte, te mentiría si te dijera que dejé de hacerlo. Diario te pienso, diario te busco, pero con la diferencia de que ya no me hago notar, intento pasar desapercibida, intento no existir ya más para ti. En la taza de café que tomo por las mañanas aún percibo el sabor de tus dulces labios que me despertaban con un beso todas las mañanas, pero luego se desvanece por el amargo trago de café cargado. Mi parte racional me dice que deje de perseguirte por cada rincón de mi mente, me grita que basta, que esto está quebrando mis ganas, mi luz, mi sonrisa.
Hoy he decidido revolver el baúl de recuerdos que me dejaste, ese mismo que llenaste con tus enseñanzas, lo hice para encontrar en él las piezas del rompecabezas de mi alma, lo hice para encontrar luz que ilumine el agujero en que estoy, lo hice en busca de aire, lo necesito, me siento asfixiada.
Hicimos las cosas tan bien que no sé cómo explicarle a mi cabeza que al final hayan salido así de mal. Hoy me encuentro tan lejos del inicio como tan lejos del final, aunque eso sea relativo porque sinceramente no sé ni dónde me encuentro. Espero que el tiempo para sanar no transcurra lento, se apiade de mí y acelere el paso, quiero, necesito arrancar la oscuridad de mis desvelos. Necesito que vuelvan a mí las ganas de vivir, de reír nuevamente, pero que éstas no estén ancladas ya más a ti, sino a mí. Quiero volver a sentirme viva por mí y para mí.

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¿Qué son las heridas de la infancia? Y ¿cuáles son los efectos que generan en la vida adulta? Aquí te lo explicamos

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Redactado Por: Psicóloga Violeta Gutiérrez

Las heridas de la infancia son experiencias emocionales negativas o traumáticas que ocurren durante los primeros años de vida y que pueden dejar una marca profunda en la forma en que una persona se relaciona consigo misma y con los demás. Estas heridas suelen originarse en situaciones como la falta de atención emocional, el abuso físico o psicológico, el abandono, la sobre exigencia o incluso en dinámicas familiares disfuncionales.

Aunque son eventos del pasado, las heridas de la infancia no desaparecen por sí solas; tienden a manifestarse en la adultez como inseguridades, miedos, patrones de comportamiento repetitivos o dificultades en las relaciones interpersonales. Reconocer y trabajar en estas heridas a través de procesos como la terapia psicológica puede ayudar a transformar esas cicatrices en herramientas de crecimiento personal, mejorando la calidad de vida y el bienestar emocional.

¿Cómo saber si tengo heridas de la infancia sin cerrar?

Las heridas de la infancia no son evidentes, se reflejan en la forma en que nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos. Identificar estas señales es el primer paso para empezar a sanar.

Te cuesta confiar en los demás o estableces relaciones poco saludables, lo que puede ser reflejo de experiencias tempranas de desconfianza o traición.
Sientes miedo constante al rechazo o al abandono, lo cual indica una necesidad no satisfecha de seguridad emocional en la infancia.
Reaccionas de forma intensa ante situaciones que parecen “pequeñas”, señal de que ciertas emociones no han sido procesadas del todo.
Tienes baja autoestima o dudas constantemente de tu valor personal, lo que puede deberse a críticas o falta de validación en tu niñez.
Repites patrones de comportamiento dañinos en tus relaciones, porque inconscientemente buscas escenarios familiares, aunque sean dolorosos.
Evitas hablar de tu infancia o sientes incomodidad al recordarla, lo que indica que hay emociones no resueltas asociadas a esa etapa.
Buscas constantemente la aprobación de los demás, reflejando la necesidad de aceptación que no fue satisfecha en tu infancia.
Te cuesta poner límites y decir “no” sin sentir culpa, lo que muestra la dificultad para priorizarte y proteger tu bienestar.

Las 5 heridas más importantes que marcan nuestra niñez

Podemos ver estas heridas en distintos aspectos de nuestra vida. Quizás aparecen en nuestras relaciones, en emociones que nos es difícil controlar, o en los pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos. Todos tenemos algún tipo de herida, estas surgen a partir de una experiencia difícil, porque tuvimos padres imperfectos y porque no hay manera de salir ilesos de nuestros primeros años de vida. Existen cinco tipos principales de heridas de la infancia, que se originan en diferentes dinámicas o experiencias vividas durante los primeros años:

Herida #1: Rechazo.- Son las experiencias donde sentimos que no fuimos completamente aceptados por nuestro cuidador. Esta percepción puede haberse dado a partir de una experiencia muy clara de rechazo, como también a partir de experiencias que fueron interpretadas como tal. Quizás en ese momento no pudimos entender lo que realmente estaba pasando con nuestros cuidadores.

Herida #2: Abandono. – El abandono se refiere a experiencias de soledad profunda. Puede ser porque una de las figuras parentales no estuvo presente o porque no hubo una conexión emocional profunda. Si bien actualmente se puede comprender qué estaba pasando realmente con nuestros cuidadores, en la niñez es probable que estas experiencias se tomen de manera personal.

Herida #3: Humillación. – Se refiere a experiencias en las que los cuidadores dieron el mensaje de que éramos “insuficientes”, “malos”, o que algo en nosotros era “inaceptable” o no merecedor de amor.

Herida #4: Traición. – Se refiere a experiencias en las que alguien importante en nuestra vida realiza una conducta que rompe nuestra confianza o interfiere con nuestro bienestar. Se da con personas con las que hay una dependencia, especialmente en el caso de los cuidadores en edades tempranas, pero también se puede dar en la adultez en relaciones cercanas.

Herida #5: Injusticia. – Se refiere a la experiencia de haber tenido cuidadores fríos y autoritarios. Quizás solo nos dieron afecto a partir de nuestros logros, por lo que hubo una necesidad de “actuar” para recibir amor.

¿Cómo afectan las heridas de la infancia en la vida adulta?

Las heridas de la infancia tienen un impacto significativo en la vida adulta, afectando la forma en que las personas se relacionan consigo mismas, con los demás y con el entorno. Estas son algunas maneras en las que pueden manifestarse:

Relaciones interpersonales
Autoestima y autovaloración
Patrones de comportamiento repetitivos
Dificultades emocionales
Problemas de confianza
Bloqueos en el desarrollo personal

¿Cómo sanar las heridas de la infancia?

Sanar las heridas emocionales de la infancia no es una tarea fácil. Tenemos condicionamientos que están tan profundos en nosotros que no se van a ir de un momento a otro porque los razonemos o porque los entendamos, pues sanar es un trabajo diario. Recuerda que solo sanamos cuando sentimos, y lo que resistimos, persiste. Y cuando finalmente nos damos la oportunidad de conectar con el dolor, validarlo y procesarlo es cuando las cosas realmente cambian. Pero estas son algunas cosas que puedes hacer para sanar tus heridas de la infancia

Consejos para sanar tus heridas de la infancia
Reconoce tus heridas: Acepta que existen y que han impactado en tu forma de pensar, sentir y actuar.
Identifica su origen: Reflexiona sobre experiencias dolorosas de tu niñez que pudieron haber dejado huella.
Valida tus emociones: Permítete sentir tristeza, enojo o miedo sin juzgarte.
Trabaja en el perdón: No significa justificar, sino liberarte del peso emocional que esas experiencias generan.
Establece límites saludables: Aprende a decir “no” y protege tu bienestar emocional.
Practica el autocuidado: Prioriza actividades que te generen bienestar físico, emocional y mental.
Busca apoyo profesional: Un terapeuta puede ayudarte a trabajar estas heridas de forma segura y profunda.

Sé paciente contigo mismo: Sanar es un proceso gradual; celebra cada pequeño avance. Sanar las heridas de la infancia es un acto de amor propio que requiere valentía y paciencia. Aunque mirar al pasado puede doler, también abre la puerta a una vida más consciente y libre de patrones que te limitan. Cada paso que das hacia la sanación es un regalo que te haces a ti mismo.

Si crees necesitar ayuda para este proceso, no dudes en buscarla. Un proceso terapéutico te puede ayudar y guiar en este camino, te puede brindar herramientas para regular tus emociones, cambiar aquello que ya no te gusta y construir una vida más consciente y con mayor bienestar. Recuerda que no estás solo, curar las heridas de la infancia puede ayudarte a sanar tu yo del presente. Sabemos que tomar la decisión de buscar ayuda psicológica puede resultar abrumador o puede generar muchas dudas.

 

Contacto: email: violetags14@gmail.com

Facebook: Psicóloga Violeta Gutiérrez

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¿Cuál es el daño que ocasiona tener un padre ausente? ¿Qué hacer para sanarlo?

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Redactado por: Psicóloga Violeta Gutiérrez   12 junio 2025

Que mamá sea quien se encargue del cuidado de los hijos, llevarlos a la escuela, asistir a sus festivales y hasta ayudarles en las tareas y que el papá vaya todos los días a trabajar y regrese a casa de noche: cenar y ver la tele, es algo común en una familia tradicional mexicana.  Ocasionalmente el papá también ayudaba, pero pronto se desesperaba, por lo que era “una tarea más” de la mamá.

Lamentablemente, esta escena es típica de muchas familias mexicanas: las madres a cargo de los hijos; y los papás del sustento. Los hombres están ausentes en la vida de los hijos e hijas, así como de la esposa. A esta forma de involucrarse en la crianza se le conoce como el síndrome del padre ausente. Aunque es un término que formalmente en la psicología no existe, pero se usa para hacer referencia a un padre ausente emocionalmente y en algunos casos a un padre ausente físicamente.

Cuando hablamos de un papá ausente nos referimos a aquel que no participa de manera activa en la crianza y crecimiento de los niños, aunque está presente en la familia. Los padres presentes pero ausentes ocupan, por ejemplo, gran parte del tiempo en trabajar.  Tienen poco interés en conocer el mundo personal del niño o la niña y además no fungen de guía para los menores. No están ahí para escucharlos, guiarlos o incluso ayudarlos con sus problemas emocionales: están ausentes en la vida personal de sus hijos.

Un padre ausente físicamente se refiere a aquellos padres que luego de un divorcio o un rompimiento con su pareja sentimental rompen también con los hijos y no se involucran en nada con el menor. Simplemente no toman responsabilidad y se marchan. La presencia o no del padre o incluso de la madre es un factor de suma importancia en la vida de toda persona, algunos estudios psicológicos afirman que la participación de papá y mamá en el crecimiento de los hijos, es determinante en la mayoría de cualidades que los niños tendrán de adultos.

Consecuencias emocionales de un padre ausente

La decisión de un papá de no estar presente en la crianza de sus hijos no sólo afecta a la familia entera; las consecuencias son principalmente para las niñas y niños. Un hijo necesita sí o sí una figura que le ayude a ver el mundo e interpretarlo, un padre y una madre que lo hagan sentir protegido y escuchado y sobre todo seguro de su paso por este planeta. Si esa figura no está, un niño puede crecer con notables afectaciones que lo marquen de por vida. Algunas de las consecuencias emocionales de un padre ausente y que se pueden apreciar en la edad adulta son:

Baja autoestima._ Para muchos niños y niñas crecer sin un padre puede ser sinónimo de “ser diferentes” lo que también relacionan con baja autoestima. Es común que los hijos de un padre ausente no sientan confianza en ellos mismos, se sientan inferiores, tengan pensamientos negativos hacia ellos mismos, o que incluso piensen que tienen algo malo que hizo que su papá se alejara de ellos. Esta falta de confianza puede derivar en problemas en la toma de decisiones y afectar sus relaciones sociales.

Desconfianza en los demás._ En la infancia aprendemos la forma de ver el mundo. Si a tan temprana edad vivimos una experiencia negativa como que nuestro papá no quiso estar ahí, es probable que crezcamos con desconfianza hacia los demás. Este sentimiento puede aparecer en otros ámbitos de nuestra vida, como las relaciones de pareja o de amistad. En el primer caso es común que los hijos de padres ausentes sean más propicios a temer a la infidelidad y pasar por actitudes de celos.

Problemas de conducta.- Una forma muy común de los niños y las niñas de llamar la atención de sus padres es teniendo conductas rebeldes. No hacer las tareas, contestar a los maestros, no ayudar en casa, romper límites, son tan sólo algunas actitudes de niños que buscan ser vistos por sus padres. Si estas conductas no se trabajan se pueden llevar a la vida adulta desencadenando problemas más grandes por ejemplo con la ley.

Relaciones dependientes.- Una de las consecuencias de un padre ausente es que los hijos tendrán más probabilidad de crear relaciones dependientes de pareja. Si bien esta secuela del síndrome del padre ausente se relaciona más con mujeres, no es propio de ese género. Un niño o niña con un padre ausente puede buscar a personas que los cuiden durante su adultez, lo que hace que sostengan relaciones donde incluso no se sienten cómodos o aceptan ceder ante las necesidades de su pareja con tal de “no ser abandonados”

Cómo superar el síndrome del padre ausente

Si durante tu niñez sufriste de un padre ausente es seguro que  te sientas  identificado y la pregunta sea ¿Qué puedohacer?

Superar las consecuencias emocionales y las heridas que deja un padre ausente es una tarea ardua pero no difícil. El paso más importante, como en cualquier otro tratamiento es identificar, y aceptar el problema. Saber que muchas de las emociones y reacciones que tienes son producto de esta experiencia es un gran paso para empezar a buscar ayuda.

Te dejo una lista de acciones que puedes realizar durante tu proceso, de sanar las consecuencias emocionales de un papá ausente.

Escúchate. _ Como ya dijimos, la clave para sanar es aceptar y reconocer todas aquellas emociones que estén guardadas y que hayas relacionado con la ausencia de tu padre ausente. En un espacio seguro, trae a tu mente los recuerdos de tu infancia y mira todas aquellas emociones que se generan. ¿Es dolor? ¿Es tristeza o es rabia? Anótalas e identifícalas. Acéptalas todas, son necesarias para sanar.

Empatiza con tu padre. – Esto no quiere decir que justifiques su comportamiento, sino que te abras a observar también la posición en la que se encontraba en ese momento tu papá y que lo orillaron a tomar esa decisión. A lo mejor lo invadió el miedo o sinceramente no quería ser papá. Ponerte en sus zapatos puede ayudarte a que el dolor disminuya, así como a entender su reacción. Recuerda que las acciones hablan de las personas.

Perdona._ Perdonar es una acción con múltiples beneficios positivos para la salud mental de la persona que lo hace. Perdonar no significa justificar, ni hacer como que no pasó nado o repetir la acción, es más una decisión a partir de la cual se quita todo el dolor que una persona o una acción nos produjo.

Ve a Terapia. _ Cuando una emoción persiste por un tiempo prolongado y no deja de doler es un síntoma de que es necesario ir a terapia. La terapia puede ayudarte a entender de dónde viene la emoción y a trabajarla para que no derive en otras consecuencias en tu vida y sobre todo puedas llevar una vida más placentera y con mayor sensación de felicidad.

 

 

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¿Tienes dudas sobre tu orientación sexual? Esto puede ayudarte a aclararlas

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Redactado por: Psicóloga Violeta Gutiérrez
05 Junio del 2025. Ciudad Camargo, Chihuahua

No todas las personas saben cuál es su orientación sexual o cómo etiquetarse. Si te sientes de esta manera, recuerda que es normal y que no estás solo/a. ​​​​​​​

No estar seguro sobre tu orientación sexual es normal y no quiere decir que algo esté mal contigo. Para algunas personas, entender su orientación sexual puede tomar años, o incluso toda la vida. A menudo, las personas se descubren cuestionándose por un tiempo, o que ninguna de las etiquetas que se usan para describir la orientación sexual, se ajustan a ellas.

Algunas personas pueden probar una etiqueta para ver si va bien con ellas, y luego cambiarla por otra si no se ajusta. Esto también está bien. No tienes que decidirte por una etiqueta, y está bien si algún día, en el futuro, te sientes diferente a cómo te sientes ahora.

Para algunas personas es difícil salir del closet con otras personas o incluso consigo mismas, porque tienen miedo de la homofobia y de la discriminación por orientación sexual. Estos son problemas muy reales que enfrentan muchas personas LGBTQ+.

Si alguna vez te has preguntado “¿soy gay/bisexual?”, no estás solo/a. Hablar con un@ amig@ o familiar en quien confíes puede ayudarte a entenderlo.

¿Qué determina la orientación sexual?

Existen varios tipos de orientación sexual. No se sabe bien por qué una persona es lesbiana, gay, heterosexual (hetero) o bisexual. Sin embargo, hay estudios que muestran que la orientación sexual puede ser causada en parte por factores biológicos que comienzan antes de nacer.

Las personas no eligen por quien se sienten atraídas. La orientación sexual de una persona no se puede cambiar con terapias, tratamientos o persuasión. Tampoco puedes convertir a una persona en gay. Por ejemplo, un niño no se volverá gay por usar juguetes hechos supuestamente para niñas, como las muñecas. Puede que, desde muy joven, te hayas empezado a dar cuenta quién te atraía. Esto no quiere decir que hayas sentido atracción sexual, simplemente que podías identificar a las personas que te gustaban o te atraían. Muchas personas dicen que ya sabían que eran lesbianas, gais o bisexuales incluso antes de la pubertad.

Aunque la orientación sexual generalmente se establece temprano en la vida, también puede que tus deseos y atracciones cambien a lo largo de tu vida. Esto se llama fluidez. Muchas personas, incluyendo investigadores y científicos de la sexualidad, creen que la orientación sexual es como una regla que tiene, en un extremo a las personas completamente gay y en el otro a las que son completamente heterosexuales. Muchas personas no estarían en un extremo, sino en algún lugar en el medio.

¿Cuántas personas son LGBTQ+?

LGBTQ+ significa Lesbiana, Gay, Bisexual, Transgénero y Queer/cuestionándose (questioning en inglés).

Aunque los investigadores intentan estudiar cuántas personas son LGBTQ+, es muy difícil tener un número exacto. Esto es porque la identidad de género, la orientación sexual, la identidad sexual y el comportamiento sexual son complicados para las personas. Mirémoslo por pasos:

La identidad de género se refiere a quién sientes que eres en tu interior y cómo expresas esos sentimientos a través de tus actos, de cómo hablas, te vistes, etc.
La atracción sexual son los sentimientos románticos o deseos sexuales que tienes hacia los demás.
La identidad sexual es cómo te etiquetas (por ejemplo, usando etiquetas como queer, gay, lesbiana, hetero o bisexual).
El comportamiento sexual se refiere a con quién tienes sexo y el tipo de sexo que te gusta tener.

Algunas veces todas estas cosas aplican para una persona. Por ejemplo, una mujer puede sentir atracción solo por las mujeres, identificarse como lesbiana y tener sexo solo con mujeres. Sin embargo, esto no siempre pasa.

No todas las personas que tienen deseos sexuales o atracción hacía el mismo género, actúan de acuerdo a ellos. Algunas personas pueden tener comportamientos sexuales con personas de su mismo género, y aun así no identificarse como bisexuales, lesbianas o gais. Algunas veces, salir del closet como LGBTQ+, puede causar miedo y discriminación, y no todas las personas se sienten cómodas saliendo del closet. Para algunas personas, la orientación sexual puede cambiar en diferentes momentos de su vida y puede que las etiquetas que usen para sí mismas también cambien. Por eso, como la orientación sexual y el género son tan complejas para tantas personas, es difícil saber cuántas personas son LGBTQ+. Además, no todas las personas se sienten seguras o cómodas contándole a otra persona que son LGBTQ+.

En México, según la ENDISEG 2021, el 95.2% de la población de 15 años y más se identifica como heterosexual, mientras que el 4.8% se identifica como LGBTI+. Dentro de la población LGBTI+, el 51.7% se identifica como bisexual, el 26.5% como gay u homosexual, el 10.6% como lesbiana, y el 11.2% como otras orientaciones (pansexual, demisexual, asexual, entre otros).

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